EL FIN DE LAS RELACIONES, del amor a su ausencia, del apego al desapego, la ruptura, la resistencia, querer estar cuando ya parece imposible, intentar seguir cuando lo que unía está en fuga… instancias todas que encausan el vínculo de dos mujeres que intenta sobrevivir ese abismo que suele ser el desamor, vivencias todas que son el andamiaje de “Tuya”, obra de Kisha Tikina Burgos, protagonizada por Marisé –“Tata”– Álvarez Hernández y Kairiana Núñez Santaliz.
“Tuya” –que desde anoche se presenta en la Sala Experimental Carlos Marichal del CBA Luis A. Ferré y que continúa hoy viernes y mañana sábado a las 8:30 p.m. y el domingo a las 4 p.m.– se gesta como parte del programa de Residencia de Artistas y Compañías Alternativas del CBA, y cuenta con iluminación y escenografía por Juan Fernando Morales, música y sonido por Yaraní del Valle y Juan Carlos Sulsona, la asistente de dirección y regidora es Cristina Robles Arias, la coordinación de vestuario y construcción es de Luz del Mar Quiñones, la fotografía por Stephanie Silva y el diseño gráfico de Esteban Ruiz. Camille Vandenbunder es la productora, Naíma Rodríguez la coproductora ejecutiva y Omar Torres el gerente de producción.
Al explicar los orígenes de “Tuya”, Kisha Tikina –autora del texto y directora de la puesta en escena– dice que no hace mucho se planteó el reto de escribir una micro obra todos los días durante un año, luego de conocer a la dramaturga Suzan Lori Parks. Las historias comenzaron, más que a llegar, simplemente a revelarse en la medida en que Kisha aprendió a mirar a su alrededor.
–Yo no estaba buscando las historias, pero sí estaba abierta a ellas, alerta, muy consciente de cada pensamiento, observando mejor –explica–. Comencé a estar plenamente consciente en lo que vivo, totalmente presente. Poco a poco fui descubriendo todas las cosas que podía contar, de cuántas cosas me tocaban, pero de las que solo me daba cuenta en la medida en la que me permito ver y escuchar de una manera muy consciente.
El 23 de febrero de 2017 escribió la primera historia y, cuando tuvo bastantes, hizo una recopilación de los textos vinculados por temas como el amor, el desamor, las rupturas, las despedidas, los apegos y los desapegos. En el proceso se dio cuenta de que deseaba ver eso en escena, que necesitaba trabajarlo en un escenario, con actrices.
–Se los propuse a Tata y Kairiana y ellas se montaron en el barco, se apropiaron de la obra conmigo y han sido creadoras en todo este proceso. De inmediato se identificaron con el tema –comenta Kisha Tikina–. Les presenté unas 29 piezas, las leímos todas y luego escogimos algunas y creamos un libreto que todavía se está escribiendo como parte del proceso.
La autora explica que “Tuya” muestra una relación que se revea de principio a fin a través del proceso de terapia del personaje encarnado por Tata, al que acude para “poder desapegarse luego del fin de la relación y poder existir luego de la separación”.
–El presente de la obra es ella en ese proceso y vamos a las diversas instancias de esa relación –comenta Kisha Tikina–. Hay mucho de vivencial en esta pieza. Yo trabajo una dramaturgia muy íntima… aunque escribo así, desde lo muy íntimo, luego eso se convierte en otra cosa, como en este caso, que ya no hay tanto de mí, sino algo de las tres. Me encanta mucho la colaboración, desde mis años en Agua, Sol y Sereno y de trabajar con Ari Maniel (Cruz) en las películas. Amo la colaboración y hago esto por esa pasión, si no, no tendría sentido. Tata y Kairiana son actrices excelentes, muy comprometidas, muy inteligentes.
Tanto Tata como Kairiana son fruto del grupo Jóvenes del 98, de Maritza Pérez, y desde entonces no habían tenido la oportunidad de volver a trabajar juntas.
–Un Joven del 98 siempre es un Joven del 98 –dice Kairiana–. Para mí es un placer reunirme nuevamente en escena con Tata, a quien quiero y respeto profundamente. Yo interpreto en esta obra a “La Otra” y a “La Pájara, una en un plano más cotidiano, y la otra más en un contexto mas onírico, como un alter ego. "La Pájara" es casada, una mujer confusa y confundida. En esta pieza hay mucha sicología, es un querer estar y un querer no estar, en el proceso de una relación que termina por desgastarse, con una roles que asumen unas posturas más de querer quedarse y seguir aguantando, aunque se sepa que del amor ya no queda nada, sin poder salir de ese círculo vicioso. Hay juegos de poder muy fuertes que se intercambian constantemente. Es una montaña rusa de emociones.
–Yo interpreto a “Ella”, en la parte cotidiana, y a “La Cazadora”, en la parte más del subconsciente –explica Tata–. Mi personaje es el que busca las terapias, mientras que el de Kairiana no quiere ir a esas sesiones. Esta pieza me reta y me encanta porque me saca de lo que hago habitualmente, que es la comedia, que me fascina, pero que también me estimula a hacer otras cosas, como ésta. Físicamente es muy intensa, con una investigación corporal que me place mucho. Demanda una gran fuerza, no solo por el tema y la manera de abordarlo, sino porque estamos siempre en escena las dos… requiere una gran condición física y vocal, herramientas que he tenido que fortalecer. “La Cazadora” me reta a ser esa mujer que se sale de mis comodidades, muy poderosa. Kisha nos propuso buscar nuestros opuestos.
Kairiana añade que ha intentado crear una “Pájara” “suave, con cierta gracilidad”.
–Yo soy lo opuesto, casi siempre más anclada a la tierra, con unas energías más pesadas… tiendo a eso –ilustra–. Que “La Pájara” esté en el otro lado, me catapulta a un reto muy interesante, me exige todo del tiempo, siempre muy consciente. Aunque esté en la ficción de la historia, no dejo de estar presente conmigo misma.
Ambas reconocen que este proyecto las ha cambiado, que el proceso las transformó, no solo como mujeres de teatro, sino también en lo personal.
–A mí me ha cambiado, sobre todo, en mi vida con mi pareja –dice Tata–. Me ha hecho reflexionar en mi propia cotidianidad y en las cosas que se suelen dar por sentadas, en todas las reflexiones que afloran en una relación de pareja de dos seres humanos que tratan de ponerse de acuerdo para convivir. Me ha hecho mas tolerante en algunas cosas y en otras me ha hecho despertar.
–Todos los procesos artísticos inevitablemente crean una sincronía o una simbiosis con la vida personal… se borran los linderos entre el personaje y lo que una misma es –finaliza Kairiana.