ENTRE INGLATERRA Y Haití hay alrededor de 4,500 millas de océano. Entre Londres y Puerto Príncipe hay también sendas realidades separadas por años luz que han encapsulado la obra que la artista británica Leah Gordon ha dedicado a las circunstancias del que es el país más pobre de América y uno en los más miserables del mundo.
Una muestra de ese trabajo forma parte de la exposición “Haití aquí, a cuatro tiempos”, que será inaugurada este jueves 12 de abril –a las 7 p.m.– en la sede de la Fundación Casa Cortés, en el número 210 de la calle San Francisco, en el Viejo San Juan. Esta exhibición –que es parte de una alianza entre la Fundación Casa Cortés y la Casa de los Contrafuertes, donde una semana después tendrá su apertura la muestra “Haití aquí, Honneur: Respect”– incluye obra de artistas haitianos de la Colección Chocolate Cortés, fotografías de Luis Alcalá del Olmo y una instalación de Humberto Figueroa.
Nacida en 1959 en la Gran Bretaña, Leah Gordon se enamoró de Haití durante su primera visita a este país en 1991, en el inicio de una relación que en 1994 le permitió ser la fotógrafa oficial para un informe de Amnistía Internacional. Como artista que desconoce fronteras, Leah cultiva la fotografía, el cine y las instalaciones, que a menudo incluyen escultura y pintura por encargo. En la década de 1980 escribió letras para canciones, cantó y tocó para la banda feminista de punk folk llamada “The Doonicans”.
–Visité Haití por primera vez en 1991, interesada en la política que se desarrollaba en ese momento en este país, pero sobre todo en el arte y la cultura que habían florecido en muchos sentidos, a veces en secreto y a veces abiertamente, desde la revolución haitiana –dice Leah.
"Mientras el resto del Caribe celebra a Haití por su éxito revolucionario, juzgan a los haitianos por su fracaso económico. Esto para mí es un rechazo abyecto y profundo de la historia haitiana".
Leah Gordon
Como bien explica la artista, “después de una lucha prolongada que comenzó en 1791 entre los esclavos, los ‘affranchis’ y los diversos interesados en el sistema de plantaciones coloniales, incluidos los republicanos y la realeza francesa, en 1804 Haití se convirtió en el segundo país poscolonial en las Américas después de tener la primera y única revuelta exitosa de esclavos”.
–Durante el siglo XIX y principios del siglo XX, las nuevas clases dominantes haitianas privilegiaron las artes visuales que eran paralelas a las formas, la estética y los temas de las bellas artes europeas –añade Leah en el ensayo que escribió para la publicación “Situating Global Art” de próxima aparición–. Desde mediados del siglo XX hubo una marcada aparición del arte haitiano que demostró una estética y una temática particulares en las que, en palabras del historiador de arte mundial y curador Don Cosentino, "las marañas de la revolución viven como mito". Desde la década de 1940, muchas de las obras de arte representaban múltiples encrucijadas entre un pasado histórico revolucionario, una África mitificada desde la imaginación y una cosmología teocrática simbólica. Los artistas se involucraron con algunas de las muchas narrativas interrelacionadas, y con frecuencia impugnadas, de esta región geográfica volátil y de historia colonial.
Leah añade que “esta transformación temática en el arte haitiano, desde paisajes y retratos tradicionales influenciados predominantemente por Europa, a una expresión artística cada vez más dominada por motivos culturales locales y simbolismo, tuvo lugar después de la ocupación estadounidense de Haití entre 1915 y 1934, cuando el etnólogo haitiano Jean Price Mars publicó ‘Ansi parla l'oncle' (‘Así habló el tío’)”.
–Este texto extremadamente influyente, "hizo un llamado a los escritores, compositores y artistas haitianos para que viesen las culturas populares, con el vudú en su centro, como un repositorio de inspiración artística" –ilustra–. Este texto fue central para el movimiento “Indigéniste”, que fue impulsado por una resistencia nacionalista radical a la ocupación de los Estados Unidos. Jacques Romain, marxista haitiano, novelista y organizador político también fue un protagonista central de este grupo. El movimiento cambió las influencias culturales, primero en la literatura y más tarde en las artes visuales, desde las influencias residuales francesas coloniales hasta las tradiciones afroamericanas del campesino haitiano. A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, las intervenciones creativas de artistas contemporáneos haitianos más adinerados, como Mario Benjamin, Maksaens Denis, Jean-Claude Garoute -también conocido como Tiga-, Pascale Monnin y Barbara Prézeau Stephenson, que han promovido las prácticas subalternas haitianas mediante la colaboración, la inversión y la promoción también contribuyeron a nuevos desarrollos en muchos barrios.
Al hablar del lugar que ocupa el tema haitiano en el canon de su creación artística, Leah señala que está “interesada en las tensiones entre el Modernismo y la magia que se reflejan en las historias interrelacionadas de la esclavitud y la industrialización; y el cuestionamiento de los métodos de memorización de las historias populares y de clase”.
–¿Cómo y por qué nació la Bienal del Ghetto que se celebra en Puerto Príncipe y en qué medida se han cumplido los objetivos con los que comenzó?
–La idea de la Bienal del Ghetto surgió de conversaciones con miembros de Atis Rezistans sobre temas de movilidad y exclusión de artistas haitianos –explica–. Varias veces los miembros del grupo no pudieron asistir a exhibiciones privadas de su propio trabajo en el extranjero, a menudo en los principales museos, debido a la negativa de visado. En cuanto a las restricciones de visas, Haití es uno de los países contra los que hay más prejuicios en el mundo, por lo que ocupa el lugar 79 en una lista de 94 (Henley 2014). Esta falta de movilidad lleva a una exclusión colectiva de los artistas de clase baja asentados en Haití del circuito de arte globalizado, fluido y en red. La Bienal del Ghetto ofrecía una posibilidad a través de la cual Atis Rezistans podía hacer contactos más amplios en el mundo del arte y tener más control sobre la distribución de sus obras e ideas dentro del mundo del arte. Sirvió como una especie de mecanismo inverso de la movilidad que disfrutan la mayoría de los artistas internacionales: si los miembros de Atis Rezistans no podían acceder a las bienales internacionales, entonces la Bienal podría llegar a ellos.
–¿Cómo percibe la relación de Haití con sus vecinos en el Caribe, especialmente con Puerto Rico?
–Mi impresión es que mientras el resto del Caribe celebra a Haití por su éxito revolucionario, juzgan a los haitianos por su fracaso económico. Eso para mí es un rechazo abyecto y profundo de la historia haitiana.