SU INTERÉS POR EL tema de Haití le llega desde niño. Recuerda haber salido al patio de su casa, caminar por el pastizal que llegaba hasta la parte de atrás de una escuela pública en Juana Díaz, allá para la década del 50, y haber visto -a través de la sombra de un gran árbol- un bulto colgando de una rama.
“Eso me impactó y me dio mucha curiosidad”, comenta el artista Humberto Figueroa, mientras da los toques finales a la instalación que formará parte de la exhibición “Haití aquí… a cuatro tiempos”, que el jueves 12 de abril -desde las 7 p.m.- abre sus puertas en Fundación Casa Cortés, en el Viejo San Juan.
Ya cuando hacía su especialidad en arte, esa imagen lo llevó a reconocer que “hay unos objetos que se presentan como bultos amarrados y que están vinculados a protecciones con todos los componentes del Universo”.
“Así es como surgen estas cabezas. Ese proceso me fue llevando a trabajar este tipo de escultura blanda, que es lo que vemos en esta instalación. Me parece que en las artes hay todavía ese gran espacio para la libertad y la creación”, dice Figueroa.
La oportunidad de unirse a este proyecto, que va de la mano con la apertura de “Haití aquí… Honneur: Respect”, en Casa de los Contrafuertes desde el 19 de abril, surge precisamente cuando supo que allí se gestaba un proyecto que tenía como protagonista al pueblo haitiano.
“Estaba recién llegado de la Bienal del Ghetto en Puerto Príncipe, proyecto que ya significaba un reto en mi carrera por el simple hecho de lograr llegar allí y participar. Porque se trataba de estar en contacto con la escasez, las limitaciones de un pueblo que a la vez está tan volcado al trabajo, la creación, la belleza… A la vez me entero que la Casa de los Contrafuertes se encontraba trabajando un proyecto sobre Haití, al igual que la Fundación Casa Cortés, así que cuando Ignacio Cortés me invita, acepto de inmediato, sobre todo porque también va a participar el fotógrafo Luis Alcalá del Olmo, a quien admiro hace tantos años, por su documentación tan maravillosa sobre el tema de la religiosidad del pueblo haitiano”, explica el artista.
Estas prácticas del Caribe, sea la santería, el espiritismo o vudú, son -para Figueroa- expresiones culturales con un gran sentido de devoción, fe y esperanza, que a su vez dan paso a una amplia imaginación creativa para alimentar el arte.
“Gran parte de la obra que aquí se expone son realmente tesoros de fines de la década del 40 hasta nuestros días. Tanto la obra de la Fundación como la de la Casa de los Contrafuertes, lo que plantean es el reconocimiento de la identidad nuestra y la reafirmación de que somos un pueblo caribeño, que si bien las tormentas o los terremotos tienen un efecto en nuestras circunstancias, de igual forma hay que reconocer que estos pueblos -y nos incluimos- tienen una fortaleza para superar esos malestares provocados por las fuerzas de la naturaleza”.
Figueroa apunta que la exposición nos invita a entender que el canon de la belleza no necesariamente emana y se condiciona desde el espacio europeo o eurocéntrico.
“Hay otras formas de expresión y los haitianos -que fue uno de los primeros pueblos en declarar la independencia, un pueblo negro que reclamó la libertad más allá de la esclavitud- se han reafirmado como pueblo desde la expresión cultural”, reflexiona el artista. “Eso implica una pintura muy específica, con un registro que va por encima de la vanguardia, que se adelanta al surrealismo. Esa dimensión, que a su vez documenta Luis Alcalá del Olmo, de estos ritos en diferentes espacios de la ciudad, está planteado desde un acercamiento y a la vez una distancia que evidencia cómo el fotógrafo logra la confianza de ese grupo que en cierta medida está haciendo una ceremonia de carácter sincrético y que le abre el espacio a él para hacer esa documentación”.
En su caso en particular se inspira en las muñecas negras de trapo, luego de una investigación realizada tanto en Puerto Rico como en el Caribe. Asegura que su elaboración es una constante en las Antillas y que son muñecas que responden a la creencia de que son protectoras.
“Lo que me intriga es que estas madamas, que parecen muñecas de trapo, representan a las negras trabajadoras, esas mujeres del siglo pasado dedicadas al servicio doméstico y por eso llevan los delantales. Se habla de que son protecciones para entrar a tu casa y limpiar de cargas negativas. Pero también representan la buena mano de esas mujeres trabajadoras que hicieron buena cocina, que aportaron a la cultura, al buen decir… así que mi pregunta es ¿por qué la mujer negra ha estado ausente de los espacios expositivos cuando se habla de la afrodescendencia en el caso de la cultura puertorriqueña? Así que hay que hacerlas presentes y por eso he hecho una interpretación que está en línea con mi lenguaje como artista. He trabajado estos volúmenes, estas cabezas con ojos, boca y nariz bordadas, todo amarrado con hilos para resaltar cachetes, barbilla, etcétera. Dentro de mi área de las artes plásticas, quería hacer algo que represente la tradición de la muñeca de trapo pero planteada desde lo actual”, destaca Figueroa.
Para confeccionarlas, compró sombreros en un mercado de Puerto Príncipe -en un lugar que recién quedó consumido en un fuego- y fue vistiéndolas con retazos de tela que adquirió en las calles, que luego fue rasgando para dar caídas de color.
“Estoy saliéndome de lo tradicional, estoy pintando con retazos de tela. Estoy trabajando consciente de que voy a realizar algo que no puedo controlar, el proceso te lleva por distintos caminos y el arte mismo te da la sorpresa de lo que sale, yo no sabía que estas muñecas iban a salir así, ellas decidieron salir así”, termina mientras muestra a la Madama del Agua, la del Amor, la del Mercado y el Sol del Eclipse.
Fotos y vídeo: Eileen Rivera Esquilín