LO COMENZÓ A conocer mucho antes de que se encontrasen por primera vez en persona. Lo comenzó a conocer por su obra y también por la estela que de él había en sus maestros y en sus amigos. Lo comenzó a conocer sin imaginar que con el tiempo tendría a su cargo la realización de un documental que tiene la vocación de abrazar las casi seis décadas de trayectoria artística del maestro Rafael Rivera Rosa.
El destilado de ese proceso tiene su primicia este miércoles 26 de abril, con la presentación –a partir de las 7 p.m., en el Teatro del Museo de San Juan– del documental Rafael Rivera Rosa, Mirada Extendida, obra de Juan Carlos García Padilla, estreno que continúa con la celebración de la exposición retrospectiva homónima que se despliega a dos bandas, entre el Museo de Las Américas y el Museo de San Juan, el primero como hogar temporero de una vasta selección pictórica de la producción de Rivera Rosa –y algunos grabados– y, el segundo, como anfitrión de lo más representativo de la obra gráfica y en papel de este maestro.
Con una vocación por el mundo fílmico que tiene sus fundamentos en el reconocimiento temprano de sus intereses por la escritura y el mundo de las artes visuales, Juan Carlos señala que, con el tiempo, ambas inquietudes se volvieron una.
–Esto no es de sorprender: las palabras son también imágenes –dice–. El placer de contar una historia por medio de imágenes creadas con palabras, que más tarde en mi vida puedo abordar desde el lenguaje cinematográfico siempre me ha cautivado. En términos de formación, siento que ha sido determinante el contar con una educación en las artes y las humanidades que pude combinar con una formación cinematográfica que ponía un peso importante en el aprender haciendo.
Al referirse a los antecedentes de su relación con Rafael Rivera Rosa y con su obra, Juan Carlos recuerda que su primer encuentro con el maestro llegó en una entrevista que ambos tuvieron mientras trabajaba en un documental que celebraba los 25 años de carrera artística del artista Pablo Marcano.
–En ese momento yo ya conocía de manera muy general la obra de Rafa –explica–. Conocía de sus carteles serigráficos, los poderosos carteles del Taller Bija, y también parte de su pintura abstracta. Sabía que era uno de nuestros grandes artistas. A un nivel quizás inconsciente, ya tenía un lazo o conexión con él por haber hecho el documental y conocer bien la obra de Domingo García, que es uno de sus maestros, una figura clave en su primera formación en la pintura. El haber hecho también documental sobre Nelson Sambolín, uno de sus grandes amigos y colaboradores desde los tiempos de Bija, me había provisto de unos antecedentes para comprender, no solo quién era Rivera Rosa, sino también su tiempo.
Juan Carlos agrega que años después volvió a encontrarse con Rafa y su esposa Elena de Jesús –el amor de su vida y ángel guardián– con motivo de la presentación del Fashion Art, publicado a raíz de la exposición que tuvo lugar en el Museo de Las Américas.
–Recuerdo que conversamos de su intención de hacer una retrospectiva de la obra en el 2017 y de su interés de que se acompañara la misma con un libro y un documental –explica Juan Carlos–. Hablamos un poco de mi trabajo y de mis documentales en torno a otros artistas como Pancho Rodón, Domingo García, Augusto Marín y Sambolín. Simpatizamos y dejamos la puerta abierta para una colaboración en un futuro cercano. La cosa tomó forma y unos meses después me contactaron Elena y María Ángela López, la directora del Museo de Las Américas, para invitarme a participar del proyecto como director del documental.
–¿Qué reflexión hiciste cuando se te planteó la aventura de hacer un documental sobre la trayectoria artística de casi 6 décadas de Rivera Rosa?
–Confieso que experimenté susto, por el respeto que impone una obra de tal calibre y la responsabilidad como un artista, un narrador que va contar la historia de un creador –comenta–. Ese susto inicial lo aplacó la manera de ser de Rafa y su manera de acercarse a su obra en general y a ese nuevo proyecto que empezábamos a construir en conjunto. Su espíritu de colaboración, el deseo de ayudarnos a entender su obra, sus procesos creativos y su generosidad me dieron la serenidad para observar con detenimiento al artista.
Juan Carlos añade que en ese preludio comprendió rápidamente que su norte “no podía ser abarcar toda la vida y la obra de Rafael Rivera Rosa, tarea de por sí imposible”.
–Daría mi interpretación de Rafa y mostraría lo que en conjunto me resultara más significativo y rico en sentidos –apunta–. Un norte ético está claro todo el tiempo: respetar a mi interpretado/entrevistado, algo que siempre tengo en cuenta en mi trabajo. La posición del documentado puede en ocasiones ser desventajosa, pues al ofrecernos un testimonio de sí mismo, existe la posibilidad de quedar en una posición vulnerable. Es una gran responsabilidad armar la historia que como artista se me va revelando, la interpretación que le voy dando y a la misma vez ser fiel al testimonio del que habla y corresponder con rigor la confianza otorgada. Debo decir que a todo esto se fue sumando la simpatía, la amistad y el deseo mutuo de hacer una buena película. Trabajamos en todo este proceso por cerca de un año en que también fui haciéndome de un soporte para abordar la historia por medio del estudio, de la reflexión, la investigación de archivo, histórica, bibliográfica, visual.
Consciente de que intentar “interpretar en unos minutos y esculpir en el tiempo la vida de un artista, de un ser humano” enfrentaba un desafío que exigía sensibilidad y mesura, deslumbramiento y pasión, intuición y razón”, Juan Carlos, dice que desde el inicio se planteó –con el equipo de trabajo del museo y con las responsables de la retrospectiva– “hacer algo diferente a lo que ya había conseguido en otros documentales en que exploro las reconstrucciones que sobre sus vidas hacen mis protagonistas y las interpretaciones que hago en mi lenguaje cinematográfico hago sobre ellas”.
–Dije que quería innovar, mejor debiera decir, explorar y que me interesaba mucho adentrarme, además de en lo biográfico, en el proceso creativo de Rafa, en la ejecución del mismo y en sus reflexiones ese proceso –comenta–. Afortunadamente Rafa, un artista que se siente cómodo, tanto en la reflexión sobre el arte y sus procesos, como en el momento de la ejecución, le gustó la idea. Debo decir que bien temprano, y a lo largo de todo el proceso, Rafa insistió en que el documental era mi obra, no un registro controlado de lo que él quisiera decir. Procuró ser un facilitador del proceso, confió, esperó para ver el material solo ya cuando era un trabajo terminado. Aquí quiero resaltar la manera también el gusto de trabajar con el equipo del Museo de Las Américas y con María Ángela López, su directora. Es un grupo de trabajo incansable y tremendamente dedicado, con una gran compresión y respeto por el trabajo de los artistas, por sus colaboradores, por lo que trae cada cual a un proyecto. Nos propusimos unos objetivos en común para lograr lo que requería el proyecto del Museo, y sentí mucho apoyo y espacio para pensar la historia, montarla y contarla como yo la veía. Eso vale mucho.
Asimismo, Juan Carlos señala que “otro gran reto que tenía delante era sintetizar para el espectador el contenido de una obra monumental y múltiple que pasa por la obra gráfica, por la pintura figurativa y abstracta, por una producción artística en múltiples medios: dibujo, diversas técnicas del grabado, pintura, obra gráfica y abstracta digital”.
–Debía procurar también identificar entrevistados y procurar testimonios que ayudaran a comprender las múltiples facetas de la obra de Rivera Rosa, las experiencias de los tiempos que le tocó vivir, formular bien las preguntas, y lograr conectar unos testimonios con otros. El trabajo de decidir que va a pasar a formar parte del relato del documental final y que se queda fuera es tremendo. Y en el caso de todos los entrevistados, aplica la misma responsabilidad ética y el agradecimiento de los que te hablaba antes, por su generosidad de responder al llamado a participar y aportar.
De todo lo que descubriste de Rafa en este proyecto, ¿qué dejó una huella más profunda en ti? ¿Qué es lo más memorable que te llevas de este documental que es una obra hecha de las obras y de la vida de Rafa?
–La huella que consigo detectar, en este momento, de esta película, que da sus primeros pasos, es tal vez el profundo respeto y amor que tiene Rivera Rosa por su arte, y por el arte en todas sus manifestaciones. Me llevo también la certeza, que aprendí de él y de Domingo García, que se puede defender una sociedad, más justa y solidaria, sin por eso renunciar a explorar el arte en todas sus dimensiones, y viceversa, manteniendo siempre un ojo atento a todas las expresiones artísticas de nuestro tiempo.
–¿Qué tanto se parece el documental terminado a lo que imaginaste y concebiste?
–El documental terminado se parece en lo esencial al documental que concebí –asevera–. La estructura del documental la tuve clara desde el inicio del proceso y se sostuvo hasta el resultado final. Probablemente el haber podido tener el tiempo adecuado para producir el mismo permitió acercarme a lo que imaginé en el principio. También en esto fue crucial la participación de colaboradores: el cine es un medio fundamentalmente colaborativo, donde la participación de otros para contar la historia que uno quiere contar, en lo técnico y lo artístico, es determinante. Agradezco mucho a Carlitos Zayas, quien fue el director de fotografía y a David Moscoso, el editor del proyecto, el trabajar conmigo, el cuidado a los detalles, su manera de trabajar. También a Ricardo Pons por la música usada en el trabajo. La participación de gente que conoce tan bien la obra de Rafa como José Antonio Pérez Ruiz, Tere Tió y Juan Lugo, la perspectiva de Domingo García, José Rosa, Rafi Trelles, Mari Mater O’Neill; de otros dos colaboradores de Rafa, como Orlando González y Ángel Pérez Vega, artistas de Comerío.
Los agradecimientos de Juan Carlos se extienden a Elena de Jesús, “siempre disponible para aclarar un dato, para abrirnos la puerta de su casa, del estudio de Rafa y sus archivos”.
–Agradezco mucho también el trabajo de todo el equipo del proyecto: Amalia García y Sonya Canetti en la producción y apoyo en la investigación; Carlos Ariel Santiago Ortiz en el sonido; Mara Cabrera, en la segunda cámara; Junior Alvarado, jefe de iluminación en las entrevistas grabadas en estudio; Daniel Márquez como asistente en producción, y a Radamés Barreto y Rosario del Pilar Meléndez de la Universidad del Este por su solidaridad con este proyecto –apostilla–. En fin, agradezco el tiempo para trabajar, investigar, dar forma a lo imaginado, para dejar que un proyecto crezca, y la confianza y colaboración de muchos. Creo que nos acercáramos a lo que me había propuesto, claro, con lo que aportan también los demás y con los ajustes y las adaptaciones que uno debe saber hacer en el proceso para dejar que la historia crezca y pueda tomar su forma.
Calce foto superior: Desde la izquierda: Rafael Rivera Rosa, Juan Carlos García Padilla y Domingo García.