QUERÍA SER UN pintor famoso y se considera artista aunque la vida lo ha llevado por otros rumbos. Esa espinita todavía la lleva por dentro y sabe que en algún momento, va a retomar sus pinceles y óleos.
“Es un sueño que no he completado. Pero me imagino que se me acercan los días para eso, para dedicarle más tiempo. Nunca he sido entrenado formalmente porque crecí con ese talento para la pintura y el dibujo. Lo hago desde que tengo uso de razón”, recuerda el publicista Sajo Ruiz, en entrevista realizada hace unos días en su oficina. “Mi madre me cuenta que desde que tengo año y medio dibujaba, que era la mejor manera para calmarme porque yo era un cano bien rabioso, que formaba pataletas porque quería las cosas a mi manera. Sin embargo, si me daban un papel y un lápiz me calmaba y se acababa la batalla. Desde que descubrí un crayón, un papel y una pared, supe que era lo que quería hacer”.
Ahora, no baja revoluciones así, lo hace jugando golf, otra de sus pasiones. Algo que hace siempre que puede y que es sagrado los fines de semana. Llegó a esto de la mano de sus amigos de Sono Films. Dice que como es un juego tan retante, uno contra uno mismo, se quedó “pegado” desde que lo jugó por primera vez.
“Ahí bajo el estrés. Yo no vivo en mi casa, vivo aquí en la agencia o en el campo de golf, voy a mi casa a dormir. Ahora hago cosas más de adulto, cuando debería hacer cosas más de niño”, bromea.
Y regresando a esa época, dice que su vida cambió cuando descubrió que “un dibujo abría puertas”. Estando en el prekinder, en Nueva York, donde nació y se crió, descubrió que podía hacer trueques: si no le gustaba la merienda que llevaba en su lonchera, hacía dibujos de muñequitos para sus amiguitos y, a cambio, les pedía a ellos su merienda.
“Acá en la escuela, en San Ignacio, me pedían que les pintara los murales y me excusaban de las clases para hacerlos… y yo feliz. Todavía hago trueques, sobre todo para organizaciones sin fines de lucro. Lo voy a seguir haciendo mientras tenga manos, si me llegaran a faltar me imagino que aprendería a dibujar y pintar con los pies”, explica.
Recuerda que en una ocasión lo matricularon en la Liga de Arte de San Juan, pero que no aprendió nada que él no supiera ya, así que se aburrió. En un momento, un consejero le recomendó que tampoco fuera médico, que era algo que también había considerado, que mejor fuera ilustrador de operaciones y órganos para los médicos, sin embargo también desistió porque lo encontraba limitante. Luego se fue a estudiar diseño industrial en Cincinnati, algo que está relacionado al dibujo, pero también se aburrió.
“Vine a San Juan en un verano para buscar un trabajo y ganar algún dinero para seguir costeando mis estudios y me enteré que estaban buscando un tipógrafo en la agencia Lopito, Ileana & Howie y fui a la entrevista. Me entrevistó Howie y me preguntó que si yo sabía usar esos equipos y le dije que ‘por supuesto que sí’, aunque no era cierto. Era viernes y necesitaban que empezara lunes, pero yo no sabía nada de esos equipos, lo que quería era un pie en la puerta. Le dije entones que me dejara verlas y que ‘esas máquinas eran más modernas que las que yo había usado, pero que si me prestaba los manuales yo los verificaba para estar listo el lunes’. Me dieron cuatro manuales enormes y no dormí en todo el fin de semana para estudiármelos. Pero llegué el lunes, todo funcionó bien y ellos quedaron contentos que era lo importante”, dice.
“Apadrino a jóvenes artistas. Los ayudo a mover sus obras... A mí me ayudaron en su momento y por eso busco ayudar a otros. Hace tiempo que no pinto, pero en casa está todo, allí están mis pinceles y mis óleos, esperándome... Cuando los retome, diré ‘hoy comienza el primer día de mi sueño de niño, nunca es tarde'"
Sajo Ruiz
Mientras hacía esas vacaciones en la agencia, se encargó de dejarle saber a las otras personas de la empresa que lo suyo era el dibujo. Entonces, lo pasaron al departamento de Arte e hizo muchos trabajos. Luego Lopito lo sacó de esa área y lo convirtió en su mano derecha.
“Él fue como mi mentor y quien me dijo, ‘no regreses a la universidad, allí no vas a aprender todo lo que yo te puedo enseñar’. Y empecé oficialmente en el mundo de la publicidad, donde todavía estoy”, recuerda, remontándose a 1982.
De ahí pasó a BBDO, Martí Flores Prieto y regresó a BBDO, hasta que quedó fuera de la empresa tras una restructuración. Con el cheque de liquidación se compró 12 computadoras Mac y abrió una escuelita. Sabía hacia donde se estaba moviendo la industria, veía que ahí estaba el futuro y como tenía conocimiento de la computadora, se certificó como técnico y entonces le dio clase mucha gente de todas las agencias. Le iba súper bien, pero también se aburrió en su momento. Dejó la escuelita en manos de una amiga para dar su próximo gran paso.
“Comencé a realizar trabajos creativos para las agencias. Sabía hacer cosas en la computadora que todavía sus artistas no dominaban, entonces me daban todo el trabajo difícil. Me daban proyectos los viernes que debían estar listos para el lunes. Yo le decía que sí a todo, aunque me amaneciera. Fui dándome a conocer entre las agencias y clientes, hasta me pedían que presentara los conceptos. Iba muy bien, hasta que abrí mi primera agencia de servicios creativos, Sajo Designs. Hacía lo que nadie quería hacer, los ‘storyboards’, escribía campañas ‘para ayer’, diseñaba escenografías, construía ‘props’, diseñaba empaques, hacía de todo”, agrega el publicista, quien entre otras cosas diseñó el ‘set’ de noticias de Telemundo en dos ocasiones.
En 1995, tras el paso de un huracán, como tenía corriente eléctrica en su pequeña agencia, pudo albergar a los amigos de BBDO que no tenían electricidad. En ese grupo estaba su amigo Carlos García (quien falleciera hace poco más de tres años) y le dijo “tú y yo podemos montar una agencia de servicio completo”, pero ahí lo dejaron.
“Retomamos el tema luego y nos juntamos. Luego nos fuimos a una casa antigua ubicada detrás del edificio donde estamos ahora. Gracias a Dios crecimos rápido, porque teníamos varios clientes en la parte creativa, pero luego nos asignaron medios. Fue una historia ascendente impresionante, la primera cuenta grande que nos dieron fue Celulares Telefónica”, señala Sajo.
Mientras, como tenían una relación estrecha con Fernando Alcázar (que trabajaba con otra agencia), pensaron en él como un complemento para crecer el negocio. De primera instancia, éste declinó la oferta, pero luego aceptó y de ahí surge el resto de la historia de Sajo, García y Alcázar.
“Abrimos una brecha para las nuevas agencias. Existían grandes agencias internacionales, pero localmente no había agencias medianas o pequeñas. El reto más grande era que nos veían como el ‘patito feo’, porque estaba llegando esta agencia pequeña a interrumpir el trabajo de las agencias grandes. Pero nosotros sabíamos lo que teníamos que hacer y veníamos a implementar un nuevo estilo de trabajo”, apunta, no sin antes agregar que luego recibieron la cuenta de Centennial, lo que sin duda les eliminó el estigma que tenían “por ser agencia pequeña”.
En el proceso, no ha dejado de ser autodidacta en muchas cosas dentro de la agencia, y sabe hacer un poco de todo por si alguien falta sentarse en su silla y sacar el proyecto.
“Ahora, la industria está afectada como todo el mundo. Hemos podido ganar algunas batallas porque es cierto que la población consume menos y nosotros anunciamos para vender. Todavía tenemos muy buenos clientes -dice refiriéndose a Liberty, Plaza Las Américas, Tres Monjitas, Glidden, Chrysler, PetCo y Sea World, por mencionar algunos- y los luchamos todos los días. Todos los días nos levantamos para dar el mejor servicio y conservar lo que tenemos”, dice Manuel, su nombre de pila.
Y no, no responde a ese nombre. Nadie lo llama así, solo en el banco. Sajo surgió en la intermedia, por “sajorí”. Fue el apodo que le pusieron y así comenzó a firmar sus murales. Se aprovechó de su apellido y firmaba “Sajo Ruiz”, porque sonaba parecido al apodo.
“Estoy acostumbrado a Sajo, así me quedé en la industria y me convertí en una marca. Aquí los muchachos de la agencia, como comparten nuestra filosofía de perfeccionismo, se autodenominan los ‘sajonians’”, comenta el empresario y también coleccionista de arte.
Su casa -cuenta- está llena de obras, “ya no quedan paredes libres”. Tiene obras suyas y también de otros artistas. “Apadrino a jóvenes artistas. Los ayudo a mover sus obras, lo hice con Williams Carmona. A mí me ayudaron en su momento y por eso busco ayudar a otros. Hace tiempo que no pinto, pero en casa está todo, allí están mis pinceles y mis óleos, esperándome".
“Cuando los retome, diré ‘hoy comienza el primer día de mi sueño de niño, nunca es tarde’”, termina Sajo.