SUERTE, MUCHA SUERTE. Sí, desde luego, dosis inmensas de trabajo, de pasión, de voluntad, de talento… pero también suerte –toda la posible– y a veces ni con eso alcanza para lograr un espacio entre aquellos que pueden vivir de y para la música, privilegio que, cuando se tiene, jamás deja de agradecerse.
Así piensa Lukasz Kuropaczewski, el virtuoso guitarrista polaco que este viernes a las 8 p.m. –en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré– ofrecerá un recital en su debut en Puerto Rico, en el marco del Festival Casals, con un programa que incluirá obras de Guiliani, Ponce, Paganini, Llobet y Neikrug.
Acostumbrado desde hace algún tiempo a viajar el mundo como uno de los grandes guitarristas del siglo XXI, este joven artista de 36 años esperaba con ilusión su primera visita, no solo a Puerto Rico, sino al Caribe, viaje para el que de alguna manera se preparó leyendo la novela titulada Mofongo, de la escritora cubana Cecilia Samartin.
–La verdad es que no sabía mucho de Puerto Rico, pero leí este libro cuya trama gira en torno a una familia puertorriqueña que vive en Estados Unidos y a todos sus problemas para sobrevivir lejos de su tierra –dice en una charla realizada en el hotel donde se hospeda–. En esta historia, la cocina ocupa un lugar muy especial y de ahí el título, Mofongo, algo que espero probar ahora que estoy por primera vez en Puerto Rico. En este libro hay mucha información sobre lo que es Puerto Rico. Me entusiasma mucho estar aquí, estar en el Caribe, un lugar tan diferente a lo que es mi país. En Polonia ahora está haciendo mucho frío, quizá no tanto como en Rusia, pero sí bastante.
Al ubicar cronológicamente su vocación por la música, Lukasz explica que desde los nueve años supo con certeza que quería dedicarse a ella. No olvida el momento cuando esa certeza llegó. Fue en la iglesia del pequeño pueblo polaco en el que nació y se crió, mientras una mujer cantaba un repertorio religioso, acompañada por un guitarrista.
–Fue justamente en ese instante –recuerda con una sonrisa–. Escuché la guitarra y me enamoré perdidamente de ella. Era ese el sonido más hermoso que jamás había escuchado. Después de la misa, le rogué a mi madre que me pusiera a tomar clases de guitarra y desde entonces la amo a muerte. Es una de las cosas más importantes de mi vida. Mis padres se preocuparon un poco de que no estudiase otra cosa, solo la guitarra, porque al salir de la escuela, llegaba a casa y no la soltaba durante el resto del día, practicando.
"Soy humilde y agradecido con la vida que tengo porque, para llegar a donde estoy, hace falta no solo mucho trabajo y talento, sino también mucha suerte"
Lukasz Kuropaczewski
Lukasz explica que hubo etapas en el proceso y que, en la adolescencia, sus intereses se ampliaron a la música en general, no solo la guitarra y que, incluso, durante algún tiempo se sintió un poco frustrado al descubrir que el repertorio para ella no era tan vasto como lo era para otros instrumentos, como el piano o el violín.
–Eso me desanimó por un tiempo hacia la guitarra y me enamoré profundamente del piano –recuerda–. Y entonces el piano se convirtió en lo más importante para mí. Nunca lo estudié, solo que me dediqué a escucharlo a todas horas. Eso duró unos tres años y entonces regresé a la guitarra y la comencé a amar de otra manera, más intensa quizá, aunque el piano sigue siendo lo que más escucho. En realidad, cuando lo pienso, creo que la música en general es quizá más importante para mí que cualquier instrumento en particular. De la guitarra amo su sonido, su intimismo, sus tonalidades, sus colores, sus sutilezas.
Al reflexionar en la fama enorme que lo acompaña, Lukasz dice que no piensa en eso, que desde luego se siente profundamente halagado de que haya personas que piensen que es uno de los mejores como fruto de algo que hace con tanto amor y pasión, pero…
–¿Cómo se mide eso, cómo se mide realmente quién es el mejor? –se pregunta retóricamente–. Cuando alguien dice eso de mí, me siento profundamente agradecido con esa persona, pero al mismo tiempo sé que otras personas no piensan lo mismo. Se trata de la música y definir qué o quién es lo mejor es algo muy difícil. Repito, me halaga, pero trato de tomarlo con calma y ser humilde. Hay muchos colegas realmente extraordinarios. En lo que a mí respecta, me esfuerzo por ser un gran músico, no solo un gran guitarrista.
Respecto al programa que interpretará este viernes y a la manera como mantiene incandescente la pasión por lo que hace, Lukasz explica que este repertorio es nuevo para él, que apenas lo está estrenando durante esta temporda.
–Son obras que siento muy frescas y las estoy disfrutando mucho –asevera–. En la temporada pasada hice mucha música contemporánea, compuesta dentro los últimos dos o tres años, y lo que estoy haciendo ahora que es muy melódico, muy hermoso. Para ser sincero, siento que soy aún muy joven, apenas 36 años, y que me falta mucho camino por recorrer y mucha música por tocar. Creo que apenas estoy al inicio de una larga jornada.
Convertido en padre de un varón por primera vez hace apenas nueve meses –su esposa es artista plástica, especializada en grabado y escultura– Lukasz comenta que, aunque ama profundamente su carrera, lo más duro de ella son los viajes, tantos aeropuertos y hoteles.
–Polonia es un lugar desde el que es muy cómodo viajar –dice–. Esté en medio de Europa, a cincuenta minutos de Frankfort por avión y de ahí, conexiones a cualquier lugar del mundo. El problema es que mi hijo nació en junio pasado y, para ser sincero, se me parte el corazón cada vez que tengo que viajar y dejar de estar con él varios días. Acostumbraba hacer giras de un mes... ahora lo más que estoy lejos de casa es una semana. Ahora, por ejemplo… llegué hoy desde Baltimore, toco aquí el viernes y el sábado regreso a Polonia.
–No sin antes haber probado el mofongo –le digo.
–¡Por supuesto, lo probaré! –asevera con una gran sonrisa–. Y en una semana regreso a Estados Unidos y vuelvo en dos a Polonia. Mi hijo esté creciendo, quiero verlo y estar con él cuando dé sus primeros pasos y diga sus primeras palabras… son momentos que no se repiten y nunca tendré posibilidad de vivirlos de nuevo.
Hacia el final de la charla, Lukasz señala que su mayor ilusión en la vida es ser feliz y hacer felices a su familia, a los que están en su entorno y a las personas que lo escuchen tocar.
–Me siento realmente muy afortunado de hacer lo que hago y poder vivir de ello… Con el talento no basta. Hay infinidad de músicos que se esfuerzan hasta el límite, que son estupendos y al final no llegan a vivir de la música y para la música –comenta–. Por eso soy humilde y agradecido con la vida que tengo porque, para llegar a donde estoy, hace falta no solo mucho trabajo y talento, sino también mucha suerte. Me siento feliz con esta visita a Puerto Rico y tocar en este maravilloso festival gracias a la invitación de maestro Maximiano Valdés, a quien conocí el año pasado en Polonia, cuando toqué con él y la Sinfonia Varsovia una obra del maestro Penderecki. Así es la vida, una serie de afortunadas coincidencias.