ALGUIEN SIN FE dijo alguna vez que, aunque carecía de ella, admiraba hasta el éxtasis lo que era capaz de crear el genio humano movido por esa fe para él desconocida. Esto suele ser muy común en la música, en especial en las obras corales, muchas de ellas capaces de conmover y asombrar de manera incandescente al más incrédulo, al más escéptico, al más ateo.
Así es el Credo del maestro polaco Krzysztof Penderecki, obra con la que mañana sábado a las 8 p.m. se inaugura una nueva edición del Festival Casals, en la Sala de Festivales Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré, con un elenco integrado por la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, la Coral Filarmónica de San Juan y el Coro de Niños de San Juan –dirigidos por Carmen Acevedo Lucío y María Gabriela Fernández, respectivamente– las sopranos Iwona Hossa y Karolina Sikora; la mezzosoprano Agnieszka Rehlis, el tenor Rafal Bartminski y el bajo Tomasz Koniesczny, todos bajo la batuta del propio compositor, tal y como lo hizo en 1999, cuando esta obra se interpretó por primera y única ocasión en Puerto Rico, luego de su estreno el año anterior en el Bach Festival, en Oregón, como una comisión del maestro Helmuth Rilling.
Para el maestro Maximiano Valdés –director titular de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y director artístico del Festival Casals– esta obra del maestro Penderecki ya de por sí es poderosa por su texto, “la oración más militante y una confesión de fe contra toda razón”.
–Lo realmente importante al reflexionar en esta pieza, es el devenir del maestro Penderecki que escribe en una dirección y de pronto se da cuenta de que en ese estilo ya lo ha dicho todo –comenta–. Es ver cómo un compositor revisa con total honestidad su trayectoria y sus frutos. Todos sabemos que esto ha sido muy criticado al maestro Penderecki. Muchos compositores europeos no aceptaron su vuelta a la tonalidad, y no solo a la tonalidad, sino también la vuelta a un gesto musical que había dejado de existir desde la época de Bruckner. Cincuenta años más tarde este hombre recupera ese lenguaje y escribe una obra que tiene momentos muy tradicionales.
El maestro Valdés añade que en el Credo “lo que cuenta es la expresividad musical, el contenido del texto y el recurso de una serie de efectos y recursos tímbricos que hacen la obra muy especial”.
–Esta es una pieza que me emociona cada vez que la escucho y su valor está ahí, en eso que provoca –apunta–. El maestro Penderecki nunca ha pensado en términos de vigencia y rigurosidad musical de vanguardia. Ha sido siempre un compositor muy honesto que ha escrito obras como esta y, sin embargo, en la curva final de su producción ha vuelto mucho a la atonalidad, como en su octava sinfonía y en Las Puertas de Jerusalén, por ejemplo, con un lenguaje más elaborado que en su Credo, que se da en un momento en el que él había descubierto un procedimiento compositivo que lo siguió mucho en sus sinfonías segunda, tercera y cuarta… El valor de su Credo está en estas circunstancias.
Asimismo, para la profesora Carmen Acevedo Lucío el Credo es “una obra extraordinaria”.
–Cuando miramos la música de la segunda mitad del siglo XX y vemos a sus grandes figuras, el maestro Penderecki está en un lugar cimero –señala–. Su Credo es una pieza sumamente exigente, pero que tiene línea, que tiene sentido, que tiene movimiento melódico. Es una obra muy difícil pero muy hermosa, para el que la interpreta y para el que la escucha. Es muy exigente vocalmente, pero con una unidad orgánica extraordinaria, que no está hecha de pequeños fragmentos que se le fueron ocurriendo al compositor y los unió. Pudo haber sido una obra de muchos fragmentos interesantes y ya, pero no, su unidad como un todo es maravillosa.
La directora de la Coral Filarmónica de San Juan destaca que el Credo “comienza imponente, con una entrada del coro a capela, con un texto muy poderoso, el texto por excelencia de la Iglesia Católica, y el maestro Penderecki hace maravillas con ese texto y con cosas que vemos, por ejemplo, en la Misa en si menor de Bach, como el uso de recursos para describir el texto musicalmente que lo que hacen es fortalecer el concepto completo de la obra”.
–A mí me encanta la obra y cuando el maestro Valdés me habló de la posibilidad de hacerla, abracé el proyecto con una pasión enorme –dice la profesora Acevedo Lucío–. Cuando la hicimos en el 99 la traté con un respeto profundo, pero sin la experiencia de vida que tengo ahora. Dieciocho años después de haberla hecho y saber cómo me impactó en aquel entonces me ha hecho verla con una dimensión más trascendental aun.
Y reconoce a sus coralistas por todo lo que entraña enfrentarse a esta obra en la que los coros juegan un papel fundamental.
–Uno de los grandes retos ha sido conseguir coralistas dispuestos a cantar una obra de esta dimensión –apunta–. Algunos empezaron, pero en el camino dejaron de venir y es por la dificultad de la obra, le cogen un poco de miedo y es normal… los coralistas que la están cantando no solo son excelentes, sino también muy valientes… en fin, que estamos muy felices y honrados por cantar este Credo. Siento un respeto y una admiración enormes por el maestro Penderecki y en esta obra está sin duda mucho de lo mejor de él.
Y por favor, mucha atención: El programa inaugural del Festival Casals solo constará del Credo, obra que se tocará sin pausa, por lo que, una vez comenzada a las 8 p.m. en punto, NO se permitirá a nadie la entrada a la Sala de Festivales. Los responsables de la administración del Centro de de Bellas Artes Luis A. Ferré han sido muy enfáticos en esto. Avisados están los que acostumbran llegar tarde y entran a la sala repartiendo saludos como reinas de belleza.