A RAIZ DEL estreno en 1996 de su Misa Cubana, José María Vitier recibió un elogio que, de tan inmenso, paradójicamente no lo entusiasmó en lo absoluto: era tan magnífica esta obra que jamás escribiría algo mejor. Veinte años después y luego de haber compuesto decenas de piezas más de estupenda factura -entre ellas una candidata a un premio Grammy Latino- este célebre maestro habanero comienza a estar de acuerdo con aquellas palabras.
La anécdota surge durante una breve pero sustanciosa charla poco antes del inicio del ensayo de anoche, en la víspera del concierto de hoy sábado -a las 8 p.m. en la Sala de Festivales de CBA Luis A. Ferré- en el que esta obra de arte bellísima -aun para las personas de poca o ninguna fe- será estrenada en nuestro país, con el propio maestro Vitier a la batuta de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, con Coralia -el Coro de Concierto de la Universidad de Puerto Rico- y un trío de solistas integrado por la soprano boricua Laura Rey y los cubanos María Felicia Pérez -mezzo soprano y también directora del Coro Exaudi- y el cantautor Amaury Pérez Vidal.
El maestro Rafael Enrique Irizarry -director asociado de la OSPR- ocupará el podio para dirigir los tres últimos fragmentos de la Misa, mientras el maestro Vitier interpreta el piano, en esta producción de Papo Coss para Milestone Communications, Inc.
-Aunque se estrenó en 1996, la Misa Cubana comenzó a gestarse en 1990, como secuela de una situación extremadamente difícil, dramática y angustiosa que Silvia y yo enfrentemos cuando nuestro hijo, entonces de 16 años, estuvo al borde de la muerte a consecuencia de un accidente -dice el maestro Vitier, en alusión a su esposa, la pintora y escritora Silvia Rodríguez, autora de las letras en español de esta obra-. La noche del 11 de mayo de 1990, en el patio de un hospital, una vez nuestro hijo estuvo fuera de peligro, Silvia y yo decidimos hacer algo para dar gracias por esa alegría tan inmensa.
Aquello no fue una “promesa” en el sentido habitual del término -aclara el maestro- porque Silvia, que fue a quien se le ocurrió la idea, “no era creyente”.
-Pero como sabemos, en situaciones así la fe suele aflorar, incluso en las personas que no creen… porque hay que agarrarse de algo. Yo sí tenía una formación religiosa pero en esos años estaba bastante apartado de la religión, no en mi conciencia, pero sí en la práctica -comenta-. Silvia se sintió escuchada, se sintió amparada… y yo también, por supuesto. En ese momento, no concretamos nada, solo nos dijimos que algún día haríamos algo para agradecer. Ella ya escribía y yo ya tenía mi carrera como compositor. Años después hice la música de la película El Siglo de las Luces, partitura para la que, a pedido del director, compuse varios fragmentos de música religiosa, que más tarde pasaron a formar parte de la Misa Cubana. Pero antes de eso, Silvia escribió la “Plegaria a la Virgen de la Caridad del Cobre”, lo que iba a ser el final de la Misa.
Ese canto, sumado a lo que había nacido para El Siglo de las Luces, se reveló para ambos como el andamiaje de una misa. El maestro Vitier comenzó a estudiar la vasta tradición de misas, desde el Barroco hasta la contemporaneidad latinoamericana y en el camino se dio cuenta de que deseaba distanciarse de la etnicidad y el folclorismo habituales, pero sin abandonarlos del todo, con acentos de la Nueva Trova y el son, por ejemplo, con tres canciones con textos en castellano escritos por Silvia, con el resto de la Misa en latín.
Para grabar esta obra -aun antes de estrenarla en público el 8 de diciembre de 1996- José María y Silvia recibieron dos apoyos fundamentales: el del cardenal de La Habana Jaime Ortega, y del Ministerio de Cultura, colaboración que él describe como “muy inusual” en Cuba.
-Desde entonces, cada vez que ha ido un papa, esta Misa se ha tocado y se dice que se compuso especialmente para la visita de ese papa en turno, pero eso es falso. Está bien que somos creyentes pero no tan papistas -dice Vitier-. Esta es una de mis obras ‘de concierto’ que más se ha tocado y la que seguramente más se interpretará… ya lleva no menos de 120 funciones en 18 países, conmigo en el podio al menos en la mitad de ellas. Cada vez que se toca es única y diferente. Con el tiempo la obra ha cambiado y nosotros también.
Para la profesora Acevedo-Lucío “es un privilegio enorme hacer esta obra tan hermosa e interesante, especialmente desde el punto de vista coral... es una pieza que va desde lo clásico hasta una Nueva Trova muy refinada y también a los ritmos caribeños”.
-Sé que es una obra que le va a encantar a todo el público de Puerto Rico -dice la fundadora y directora de Coralia-. El maestro Vitier hace una extraordinaria amalgama de estilos y épocas en esta Misa. El coro tiene un papel protagónico enorme con participación a lo largo de prácticamente toda la obra, con excepción de un movimiento. Coralia ha trabajado intensamente para este proyecto… se trata de una pieza muy desafiante y demanda de los coralistas una resistencia considerable. Aunque el coro es el corazón de la obra, los solistas aportan unos elementos muy hermosos… y los tres que participan, Laura, María Felicia y Amaury, son excepcionales.
Hacia el final de la charla, el maestro Vitier comenta que Harold Gramatges -uno de los grandes compositores cubanos del Siglo XX, fallecido en el año 2008- escribió una nota como secuela del estreno de la Misa Cubana en la que se aventuraba a decir que esta obra sería la más importante que Vitier escribiría en su vida.
-La verdad es que eso no me gustó nada y, por respeto a este gran maestro de quien fui discípulo, lo único que dije fue que, afirmar eso, me parecía un poco prematuro. Yo tenía 42 años y eso me puso “el listón muy alto”. Después de esa obra he hecho muchas más, más ambiciosas, como el Salmo de Las Américas, candidata al Grammy en el año 2000… no obstante, creo que he empezado a darle la razón al maestro Harold -recuerda con una sonrisa.
Llaman al maestro. El ensayo está a punto de comenzar.
Hora y media después, creo estar también de acuerdo con el señor Gramatges: la Misa Cubana es excepcionalmente hermosa.