Ser considerado una estrella de primera magnitud en el mundo de la música es para el pianista chino Lang Lang solo el resultado lógico de algo que va más allá del talento: su pasión inconmensurable por el piano y la constancia con la que lo toca todos los días de su vida.
“No conozco otra manera, siempre he disfrutado inmensamente de la música. Para mí es una felicidad inmensa tocar el piano todos los días”, dijo a El Nuevo Día el pasado jueves desde Nueva York, justamente el día en el que comenzó una serie de tres conciertos en noches consecutivas junto a la Orquesta Filarmónica de esa ciudad -bajo la dirección de maestro Alan Gilbert, en el cuarto de los conciertos para piano de L.V. Beethoven.
Lang Lang llegará a Puerto Rico el miércoles próximo para debutar en la Isla el sábado 15 de octubre, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico -dirigida por el maestro Maximiano Valdés, como solista en el segundo de los conciertos para piano de Sergei Rachmaninoff, en un programa que comenzará con las “Danzas Polovtsianas” de la ópera “Príncipe Ígor", de Borodin; y terminará con la suite de “El Pájaro de Fuego”, de Igor Stravinsky, en una producción de CulturArte de Puerto Rico a beneficio del Museo y Centro de Estudios Humanísticos Dra. Josefina Camacho de la Nuez, de la Universidad del Turabo, parte del Sistema Universitario Ana G. Méndez (SUAGM).
Niño prodigio en su natal Shenyang -provincia china donde nació el 14 de junio de 1982- Lang Lang asevera que había transcurrido muy poco tiempo desde que tuvo conciencia de estar en el mundo cuando descubrió también lo que habría de acompañarlo a lo largo del camino recorrido hasta ahora -sin espacio para pensar que pudiese ser de otra manera en el resto de su vida-: el piano. “Convertirme en músico fue mi meta desde que era muy niño”, afirma. “De no haber sido pianista, mi otra ambición bien pudiese haber sido director de orquesta”.
Aunque recuerda su infancia como “normal”, yendo a la escuela “como todos los niños”, lo cierto es que Lang Lang vivió con el piano como una extensión de su cuerpo desde los tres años, cuando comenzó a prepararse académicamente bajo la tutela de la profesora Zhu Ya-Fen, quien lo preparó de tal manera que ya en 1987 -con tan solo cinco años de edad- el pequeño virtuoso ganó un concurso de piano en su provincia natal. En 1991 comenzó a estudiar en el Conservatorio Central de Música de Pekín, como discípulo de Zhao Ping-Guo, y dos años después su talento inmenso trascendió los confines chinos, con su triunfo en la cuarta edición del Concurso Internacional de Jóvenes Pianistas, en Alemania.
Reconocido como poseedor de un magnetismo que llena a capacidad todos los espacios donde se presenta, lo mismo acompañado de una orquesta que como recitalista, lo mismo en el repertorio clásico que en el popular, Lang Lang asevera que cada presentación la asume como si fuera la primera… y también la última, sin fórmulas secretas, sin alquimia, sin magia. “Lo único que hago es prepararme a conciencia para cada concierto, sin importar dónde sea ni con quién”, afirma. “Eso y, por supuesto, disfrutarlo a plenitud. Esta carrera se basa fundamentalmente en practicar y trabajar muy duro todo el tiempo”.
En la antesala de su primera visita a Puerto Rico, Lang Lang dice que la referencia que tiene de los puertorriqueños es que son “personas muy apasionadas y agradables”. “También sé que la naturaleza es fantástica”, agrega. “Definitivamente amo esta oportunidad de visitar Puerto Rico”.
A la luz de unas declaraciones recientes en el diario británico “The Guardian”, en las que Lang Lang declaró que de niño "quería ser el número uno, el mejor en el mundo”, pero que está convencido de que todo eso era “pura fantasía” y “un sueño salvaje”, el artista reitera que definitivamente eso es cosa del pasado, que “hace mucho” dejó de pensar en esa ambición. “Ya no pienso más en el número uno”, afirma. “De lo que se trata realmente es de la música y de la alegría que puede dar”.
Inspirado por pianistas que admira profundamente -como Vladimir Horowitz, Arthur Rubinstein y Sviatoslav Richter, de lo que él llama “la época de oro”- Lang Lang ha cincelado una portentosa carrera que despegó hacia la cúspide en el año 1999 en la llamada ¨Gala del Siglo” cuando, con tan solo 19 años, sustituyó súbitamente y en el último instante a Andre Watts para tocar el primero de los conciertos de P.I. Tchaikovsky junto a la Orquesta Sinfónica de Chicago. A partir de entonces -y por poco más de tres lustros consecutivos- el nombre de este artista se ha convertido en una de las grandes influencias, no solo en el mundo de la música, sino también en otros ámbitos a través de productos como un perfume, audífonos, un piano y un reloj que llevan su nombre como marca.
Su visita a Puerto Rico está precedida por el reciente lanzamiento del álbum “New York Rhapsody”, como “un homenaje a la ciudad que definió la música del siglo 20”. En esta grabación, el icónico pianista tiene como artistas invitados a colegas como Andra Day, Herbie Hancock, Jason Isbell, Jeffrey Wright, Jerry Douglas, Kandance Springs, Lindsay Stirling, Lsa Fischer, Madeline Peyroux y Sean Jones.
Asimismo, en el marco de la presentación de este disco hace apenas unas semanas, Lang Lang fue declarado “primer embajador de turismo cultural”, por iniciativa de la ciudad de Nueva York y de su alcalde, Bill de Blasio, en un intento de las autoridades de la llamada “Gran Manzana” de consolidar su atractivo como destino turístico para el cada vez mayor número de turistas chinos.
A pesar de lo congestionada que siempre está su agenda, el artista comenta que intenta buscar tiempo para “leer, ver películas y disfrutar de la naturaleza”, momentos de solaz en los que escapa brevemente de las complejidades que plantea el aura de celebridad que lo acompaña a perpetuidad. “El éxito y la fama son cosas que llegan de manera natural y yo no pienso en ellas”, asevera. “Yo me concentro en tocar el piano”.
Consciente de que el talento por sí mismo no basta, Lang Lang considera que en su caso la ecuación para el éxito está complementada por “la dedicación”. “Creo que eso, que la dedicación es, además del talento, el denominador común para el éxito en cualquier carrera”, finaliza. “En mi caso, mi mayor anhelo es continuar encontrando la inspiración y los grandes momentos que me brinda tocar el piano. Cuando pienso en el mañana también me gusta creer que es posible que cada vez sea mayor el número de personas que se enamoren de la música clásica”.
(Publicada originalmente en El Nuevo Día el 12 de octubre de 2016)